Epílogo
Déjame vendar tus manos heridas. Las heridas de tus pies, y sacar las espinas que bajo tu piel anidan.
Déjame sacudir tus rodillas, que de ruegos huecos están manchadas.
Déjame besar tus codos, que gotean el llanto de tus ojos secos... q esconden la humanidad que no te gusta mostrar, la humildad de la que plagado estás.
Déjame, sencillamente, ser abrigo en esta noche, sentirte respirar, mientras que sobre olas-de-luna tus sueños de nuevo partirán a la mar.
No puedo tocar tu piel sin sentir en la punta de mis dedos que grabo a fuego el surco de un deseo oculto y oscuro, fugaz y eterno... duele...
No puedo curar un corazón de cuatro palmos danzables al compás del llanto de un niño... sin regazo ni abrazos de un olor cercano... duele...
No debo forjar recuerdos con espinas que susurran la ausencia de tus labios. Tus labios, que reposan sobre mi pecho... descansas... y es tu aliento que alimenta mi piel... duele...
No quiero tenerte lejos, no puedo tener cerca, no debo siquiera pensar que quiero, puedo o debo... porque estas aquí, entre mis brazos, y no quiero más que poder sentir que debe ser así.
Disfruto al pensar q mojo mis brazos de los tuyos, porque no es agua de tus ojos, es hielo que se derrite, es un latir acelerado que borra huellas ya lejanas.
Disfruto al sentirte enredadera por mis huesos, trepas por mi cuello en busca de mis labios, me amoldo a tus ganas, te amoldas a mi... mientras la lluvia imita nuestros cuerpos suspendidos en el aire.
Disfruto de tus ganas de columpio y castillos de arena, de cometas en el aire, de abrazos bajo el Agua, de besos sobre el Sol, de caricias en la Luna. De ver un punto de luz sobre tu hombro izquierdo.
Disfruto... Que bien contigo... ¿ves?.